jueves, 12 de abril de 2012

Depresión y psicósis hasta poder investigar sobre la desaparición de su hermana

Después le llegó el turno a Mirta Graciela Gonzalez. Familia de la Provincia de Tierra del Fuego, su hermana Silvia se puso de novia con Juan Carlos Mora, en la misma ciudad de Río Grande, donde ellos militaban; Mirta no participaba, tenía 15 años en ese momento. Meses después del golpe de estado, la pareja decide casarse e irse a vivir a una pensión en La Plata. 

Silvia estaba terminando el secundario, tenía apenas 18 años; él había empezado a estudiar medicina; todos sus sueños se truncaron cuando durante ese mismo año fueron secuestrados y asesinados, luego de pasar por el “microcircuito platense” que componen la BILP, Arana y la Quinta.

Existe la versión de que Mirta estuvo embarazada después de ingresar secuestrada a los distintos centros clandestinos.

“Recién durante el 2003, con una feroz depresión y con síntomas de psicosis, pude venir a La Plata y comprometerme con la desaparición de mi hermana”, comenzó a desahogar Mirta; “fui reprimida por mis padres”, agregó en el sentido de que del tema de su hermana no se hablaba en la familia. Incluso agregó que “todos los trámites para buscarlos los hizo la familia Mora”.  Dio sangre en el 2003, estando todavía con tratamiento psicológico “por no poder enfrentarme con mi madre”. Hasta que finalmente en el 2009 los restos de Silvia fueron restituidos por el EAAF, “la fusilaron en el 77, me dijeron”, acotó. Los cuerpos estaban en fosas clandestinas del Cementerio de Avellaneda, con cinco disparos.

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